Abrió los ojos, su aroma inundaba el aire, estaba por todas
partes y la llenaba de paz y de amor y de cosas que no se pueden explicar con
palabras.
Y lo supo.
Imaginó que corría hacia ella y la abrazaba al fin, de nuevo.
Sonreía, con esa sonrisa que recordaba tan bien, llena de
dulzura, de bondad y a la vez ese toque de melancolía en su mirada que siempre había
tenido, a su parecer.
La mirada de alguien que había vivido mucho, pero no tuvo
tiempo de contarle todas las cosas que llenaron su vida.
Veía las arrugas marcadas en su rostro y, sin embargo, no
podía ser más bello a sus ojos.
Quería decirle cuanto la echaba de menos, cuanto sentía las
cosas que no debía haber dicho y las que deseo haberle dicho, quería poder
verla y tocarla a menudo, pero ya no era posible.
Sin embargo, pensó en un lugar donde todo era posible ¿y quién
tendría derecho a decir que no era real? ¿acaso el amor no supera las fronteras
de este mundo?
La nombro su ángel de la guarda o quizás no lo inventó, sino
que lo sintió, para así estar siempre juntas, incluso cuando se olvidara de
pensar en ella, porque en el fondo siempre la tenía presente.
Y muchas noches, antes de dormir intentaba soñar con ella,
reencontrarse al fin.
Aún no lo ha conseguido, quizá deba poner más empeño, quizás
sea necesario más esfuerzo para conseguir algo tan valioso. Sin embargo sabía
que podría no ocurrir nunca pero tomó la decisión de no dejar de intentarlo, de
mantener la fé que ella siempre había tenido y de cambiar el “adiós” que nunca
dijo por “nos veremos en otro sueño”.
Sin embargo nunca dudó que estuvieron juntas una vez, aunque
no pudo verla, y tampoco de lo mucho que se seguían queriendo la una a la otra.
Ahora sí q pienso en mama. Buenas noches,linda!
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